Alta Tecnología en el Polo Sur
Exploradores bajo el punto de congelación
La Antártica es un lugar especial.
Sus paisajes letales están intactos y libres de guerras y hambrunas. Por sus condiciones, se ha convertido en uno de los principales laboratorios en la actualidad.
Ángela Posada-Swafford
A menos 35 grados centígrados la piel expuesta duele, la lengua entorpece, los labios se tornan morados y la condensación de la respiración cubre el interior de las gafas con una costra de hielo. Trabajar en el Polo Sur, el lugar más frío, seco y aislado de la Tierra, es equivalente a hacerlo en la superficie de otro planeta.
Es un sitio donde sólo aterrizan aviones entre octubre y febrero (en el verano austral) y cuando lo hacen, no pueden apagar motores un instante porque el frío, combinado con los casi 3.000 metros de altura, hace casi imposible volverlos a encender. Un lugar que sólo ve un amanecer y un anochecer al año, ya que tiene seis meses de luz y otros seis de noche perpetua. Un punto del globo donde la temperatura baja a menos 83 grados centígrados y los vientos llegan a 54 millas por hora (86 kilómetros por hora).
A pesar de todos estos inconvenientes de logística, la base estadounidense de investigaciones polares Amundsen-Scott, asentada a 90 grados de Latitud Sur, es un lugar que está poblado durante todo el año. Aproximadamente, 60 personas en invierno y 250 en verano se encargan de erigir algunos de los megaproyectos de astronomía más importantes del mundo, llevar a cabo cruciales estudios atmosféricos y de cambio climático (ver recuadro), y construir y mantener la nueva Estación Elevada: un edificio de alta tecnología montado en zancos donde se alojan estos exploradores de la era moderna.
"El diseño de esta estación polar fue cuidadosamente estudiado para que el edificio se adapte a la nieve que cae anualmente y que nunca se derrite", dice Jerry Marty, director del proyecto de construcción, un veterano ingeniero que durante décadas ha supervisado varias de las etapas de vivienda en el Polo Sur. "En primer lugar, es un edificio modular, o sea que será posible ir agregándole unidades a medida que crece. En segundo, los zancos permiten que el edificio se eleve a medida que vaya siendo necesario, y las paredes que dan al viento están ligeramente inclinadas para que la nieve no se acumule."
Aunque aún le faltan los últimos toques exteriores, la estación Amundsen-Scott parece una base lunar o marciana en medio de una planicie blanca que está a 885 millas (1.416 kilómetros) de la base de investigaciones más cercana. Un sitio de aspecto minimalista y ultramoderno donde este año se adelantan 34 proyectos de investigaciones (dentro de los 165 estudios en las demás bases y buques antárticos patrocinados por la National Science Foundation, NSF). Con un total de 325,69 millones de dólares, el Programa Antártico de la NSF apoya las investigaciones y cumple con el mandato de proteger el medio ambiente y los recursos vivientes de este continente blanco.
La Antártica es un lugar especial. Sus paisajes letales están intactos y libres de guerras y hambrunas. Aquí nada se pudre (el frío ha llegado a conservar el cadáver de una foca durante más de mil años). Es un lugar autosuficiente, un continente que no pertenece a nadie.
Por eso, en 1956, Estados Unidos aceptó el desafío de establecer una base en el Polo Sur. La iniciativa se debió a la celebración del Año Geofísico Internacional, que en 1957 acordó firmar el Tratado Antártico con otros once países (incluyendo a Argentina y Chile), para declarar a la Antártica como un continente donde únicamente se puede hacer ciencia, prohibiendo su explotación minera. El acuerdo fue ratificado en 1991, y estará vigente hasta el 2041.
Naturalmente que nada detiene a una nación (que no esté dentro del tratado) de poner un campo de exploración petrolera donde quiera. Pero penetrar tres kilómetros de hielo con un taladro no es una tarea barata ni sencilla. Si quitáramos todo el hielo de la Antártica, que tiene una y media veces la superficie de EE.UU., tendríamos un archipiélago de islas más bien pequeñas. Pero debajo de éste, sobre la corteza terrestre, hay petróleo. Y a todo su alrededor, grandes depósitos de minerales.
En el 2007 se celebrará el llamado Año Internacional de los Polos y entonces los ojos del mundo estarán nuevamente puestos sobre la Antártica. Durante ese año, científicos de 100 países se embarcarán en una campaña intensiva de observaciones multidisciplinarias para extender nuestros conocimientos de las regiones polares y ofrecer explicaciones a fondo acerca de su relación e influencia sobre los demás ecosistemas del mundo.
Desierto de cristal
Desde la cafetería de la nueva estación, que parece ganadora de un concurso de diseño, se ven las interminables planicies de hielo que resplandecen agresivamente como millones de diminutos espejos. Un desierto de cristal donde no existen animales, plantas o tierra alguna. A un lado, el hermoso domo geodésico que sirvió de segundo albergue polar desde 1975, está siendo desmantelado.
"Ustedes están haciendo historia", comenta Marty. "Son los últimos visitantes en ver entero el famoso domo, que ya cumplió su misión. Y para nosotros será la primera vez que tengamos habitaciones con ventanas. Dentro del domo estábamos medio enterrados en el hielo y además las habitaciones estaban metidas dentro de cubículos cerrados", explica.
La estación del Polo Sur geográfico no es la única que maneja el Programa Antártico de Estados Unidos. De hecho, la mayor de todas es McMurdo, en el borde del continente, al lado de la Plataforma de Hielo Ross, que podría pensarse como la Nueva York antártica. Es el principal centro de investigaciones polares del mundo, habitada por 1.300 personas durante el verano, y equipada con cuatro helicópteros, un puerto y un complejo de laboratorios que rivalizan y en algunos casos sobrepasan a los mejor equipados del país.
"Todos llevamos dentro nuestro propio Sur Blanco", escribió el explorador inglés Ernest Shackleton. Hoy como antes, la Antártica nos sigue atrayendo poderosamente. Aquí abajo todos se van diciendo que nunca regresarán. Pero lo hacen: En el Polo Sur, "nunca" significa "sí".
Ciencia en el hielo
El continente blanco no sólo es un ecosistema absolutamente único, sino que además es la clave fundamental para entender los procesos geofísicos que suceden en la Tierra; después de todo, la historia del planeta está calibrada en el hielo. Puesto que éste es el único punto del globo libre de alteraciones humanas, el hielo, las rocas y los microorganismos son un tesoro de información acerca de la evolución de la vida.
La Antártica posee la mayor corriente oceánica del mundo, rigiendo muchos de sus patrones de circulación; y aunque es un lugar remoto influencia el clima de todo el planeta, por lo que es crucial para entender las locas contradicciones al respecto del calentamiento o enfriamiento global.
El continente antártico siempre ha sido un lugar ideal para casi todas las disciplinas científicas por varias razones que incluyen: la pureza y transparencia de sus cielos, y el frío y el aislamiento geográfico. La astronomía en todas sus variedades es una de las ciencias más beneficiadas. Dos de los proyectos más importantes que se adelantan a 90 grados Sur. El primero es el Bicep, que cuando esté terminado en el 2006 medirá propiedades del espacio que hay entre una y otra galaxia para contestar preguntas sobre el origen del universo. Este será uno de los telescopios más importantes del mundo.
El otro proyecto internacional se llama IceCube, el cual se puede describir como un telescopio gigante que estará mirando hacia abajo, enterrado entre el hielo. Su objetivo, cuando esté terminado, será medir la tenue radiación emitida por unas diminutas partículas llamadas neutrinos, que constantemente llueven sobre el planeta. Estos neutrinos son muy elusivos y además no tienen masa, pero son importantes emisarios de fenómenos cósmicos. La construcción de IceCube está teniendo que desafiar enormes problemas de logística, incluyendo taladrar profundos hoyos con una broca de agua caliente.
En otros lugares de la Antártica se buscan meteoritos (más fáciles de hallar sobre el terreno blanco) y dinosaurios (la Antártica fue un lugar tropical hace millones de años), y se estudia la dinámica de los glaciares. También se analizan las propiedades de los animales microscópicos que viven en el hielo y las rocas, los cuales tienen el don de adaptarse a las condiciones del lugar más frío, ventoso y seco del mundo (las temperaturas más bajas de la Tierra se dieron hace dos décadas en la estación rusa Vostok, con menos 89,6 grados centígrados, equivalente a la superficie de Marte).
Un ejemplo es una lombriz microscópica llamada nemátodo que vive, literalmente, durante siglos en una especie de animación suspendida, disecada como una hoja de papel, para revivir en menos de 20 segundos cuando se le coloca encima una gota de agua.
En los mares polares se estudia también un pez que en lugar de sangre tiene una sustancia anticongelante. Todos estos seres podrían ser la clave para interesantes aplicaciones médicas en un futuro