El amor y el cerebro
Las emociones desencadenadas por una persona amada tienen su correlato en el cerebro. Diversos órganos cerebrales registran movimientos y alteraciones cada vez que el amor se manifiesta.
Por lo visto, Cupido no apunta al corazón, sino al cerebro. Según una investigación del Colegio Universitario de Londres, los científicos creen haber descubierto qué es lo que ocurre dentro de la caja craneana de aquellas personas que han tenido la dicha --hay quien cree que la desdicha-- de recibir las flechas del amor.
El estudio, publicado en la revista New Scientist, sostiene que en cuatro rincones del cerebro se encuentra la explicación de por qué los humanos sienten esa ansiedad, esa euforia, esa excitación sin cuento que es tan propia de la gente enamorada.
El coordinador de este trabajo, un neurólogo británico llamado Semir Zeki, investigó la actividad cerebral de once jóvenes varones y seis mujeres, todos veinteañeros, por supuesto voluntarios, que reconocieron estar "locamente enamorados".
Cada tórtolo se presentó en el laboratorio del profesor Zeki con una foto de su amado/a y otra de un buen amigo/a.
Según miraban fijamente las fotos, les hicieron un escáner para medir el flujo de sangre que les llegaba al cerebro. Se trataba de ver qué tipo de estímulos estaba recibiendo ese complejísimo centro nervioso que se aloja en el encéfalo.
De esta forma se pudieron identificar las partes más activas del cerebro; esto es, aquellos rincones que se "iluminaban" ante el estímulo gráfico de las imágenes en la foto.
Y qué evidente fue para los científicos la diferencia de respuesta entre quienes miraban al amigo querido y quienes miraban, arrobados, a la persona amada. Resulta entonces que los cosquilleos en la boca del estómago, los "vivo-sin-vivir-en-mí" vienen de una región escondida del cerebro en la que se conectan unas y otras terminaciones sensoriales de la mente.
En el trígono, en el plexo coroideo, en el tálamo, en la epífisis... en todos estos pliegues y repliegues del cerebro se ocultan, pues, las pasiones más íntimas del ser enamorado.
Para los investigadores, hay incluso una glándula debajo de la cisura de Rolando cuya actividad se "apaga" tanto que impide ver el mundo tal cual es. De ahí el color rosa que pinta la vida de las víctimas de Cupido.
Uno de los neurólogos, Andreas Bartels, manifestó su convicción de que la actividad cerebral medida tenía que ver con la respuesta puramente amorosa del sujeto, no sólo su reacción ante la ardiente llamada del sexo. "Aunque la atracción sexual --reconoció-- también influye, por supuesto".
Para el profesor Zeki, coordinador del estudio, las conclusiones son evidentes: "Los resultados demuestran que hay una serie de áreas del cerebro íntimamente relacionadas con ese estado tan, tan emotivo que puede llegar a gobernar toda tu existencia".
Lo cierto es que la moda de estudiar las reacciones cerebrales de cada sentimiento --piénsese en la llamada "inteligencia emocional"-- parece ser una pasión de los científicos en el milenio que despunta.